Estás harto de los ruidos de los vecinos, arriba, hasta bien entrada la madrugada. ¿Y no les da por golpear y clavar, como si estuvieran solos? Otra vez, ahora. Esos claveteos sobre tu cabeza. ¡Basta!, aullás. Nadie te responde. Siguen clavando tu ataúd.
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